Menopausia precoz: Qué pasa cuando pierdes la regla antes de los 40
Una realidad silenciada que afecta a muchas mujeres
¿Sabías que la histerectomía es una de las cirugías más comunes en mujeres en edad reproductiva? Y lo más alarmante: la mayoría de ellas salen del hospital sin que nadie les haya explicado realmente qué va a pasar con su cuerpo después. Si te han diagnosticado insuficiencia ovárica prematura o has vivido una cirugía que te ha dejado sin la posibilidad de ser madre cuando aún no estabas preparada, quiero que sepas algo: lo que estás sintiendo es completamente normal.
Confusión, miedo, tristeza, incluso alivio… todo eso es parte del proceso. Pero lo que no debería ser normal es vivirlo en silencio, sin información, sin apoyo. Hoy vamos a romper ese silencio y hablar de lo que realmente ocurre cuando el cuerpo entra en menopausia antes de tiempo. Vamos a identificar los síntomas invisibles, entender qué está pasando y sobre todo, descubrir cómo recuperar el control. Porque sí, incluso en medio del caos hormonal y emocional, es posible reconstruirse, entenderse mejor y encontrar nuevas formas de bienestar.
Histerectomía, Ovariectomía e insuficiencia ovárica prematura
Tipos de intervenciones y diagnósticos asociados
Una histerectomía es la extirpación del útero. Puede incluir o no la extirpación de ovarios, trompas de Falopio y cuello uterino. Si se conservan los ovarios, seguirás produciendo hormonas, aunque ya no tengas menstruación. En cambio, si se realiza una ovariectomía (extirpación de uno o ambos ovarios), y se extraen ambos, entramos directamente en menopausia quirúrgica, sin importar la edad.
Esta transición puede ser muy brusca. Pasar de tener un ciclo menstrual regular a experimentar una ausencia total de estrógenos y progesterona de un día para otro impacta en todos los niveles: físico, mental y emocional. Las mujeres que atraviesan esta experiencia suelen describirla como una caída libre sin red de seguridad. A menudo, sienten que han perdido una parte esencial de su identidad y de su sentido del tiempo interno.
Por otro lado, la insuficiencia ovárica prematura (IOP), conocida también como menopausia precoz, ocurre cuando los ovarios dejan de funcionar antes de los 40 años sin una intervención quirúrgica previa. Puede haber una función ovárica intermitente, es decir, ciclos ocasionales o síntomas que van y vienen. Esta situación puede llevar a una gran incertidumbre emocional y física, ya que a veces el cuerpo sigue dando señales cíclicas sin un patrón claro o predecible.
La frustración puede aparecer en muchas formas: desde preguntarse por qué a mí, hasta tener que explicarle al entorno una y otra vez que, aunque no se note por fuera, hay un gran cambio sucediendo por dentro.
El duelo por dejar de menstruar
Dejar de menstruar de forma prematura es un duelo. Puede que nunca hayas querido hijos, o que la menstruación te pareciera molesta… pero dejar de tenerla tan pronto también es perder una parte de la identidad femenina, la conexión cíclica con el cuerpo y, para muchas, una etapa vital que aún no estaban listas para cerrar.
Este proceso puede sentirse como una pérdida invisible, no validada por el entorno. A menudo se espera que lo asumamos en silencio, sin darnos el espacio de sentir, de llorar, de nombrar lo que significa perder algo tan íntimamente ligado a nuestra historia como mujeres. Es normal sentir tristeza, rabia, desconcierto o incluso algo de alivio. Todos esos sentimientos son válidos y merecen espacio.
Además, el duelo por la pérdida de la menstruación puede estar entrelazado con otros duelos: el de la fertilidad, el de una etapa vital que no se cerró como esperábamos, el del cuerpo tal como lo conocíamos. Nombrar estos duelos es fundamental para poder transitar el proceso sin añadirle más capas de culpa o confusión.
Histerectomía con conservación de ovarios: Ciclar sin menstruación
Una situación poco comprendida
Si conservas tus ovarios, sigues produciendo hormonas y ciclando, pero al no tener menstruación, pierdes el referente más claro de en qué fase estás. Puedes notar variaciones en tu energía, estado de ánimo, apetito o libido sin saber por qué. Es como escuchar una música sin poder ver la partitura. Esta desconexión puede generar inseguridad y la sensación de haber perdido el control sobre tu cuerpo.
Es frecuente que te sientas desorientada, como si tu brújula interna se hubiera roto. Tal vez antes sabías identificar cuándo estabas ovulando, cuándo te venía la menstruación, cuándo te sentías más sensible… y ahora todo eso parece haberse esfumado. Esta incertidumbre puede hacer que desconfiemos de nuestro cuerpo, cuando en realidad, sigue hablándonos, solo que con un lenguaje distinto.
Aprender a leer otras señales
Para comprender tu nuevo lenguaje corporal, puedes observar:
- Cambios en la temperatura basal
- Variaciones en el flujo vaginal
- Sensibilidad en los pechos
- Cambios emocionales o en el apetito
- Aparición de acné cíclico
Llevar un diario hormonal o usar una app puede ayudarte a identificar patrones y reconectar con tu cuerpo, incluso sin menstruación. Este proceso de reconexión puede convertirse en una herramienta de empoderamiento y autoconocimiento profundo.
Se trata de volver a confiar en ti. De entender que aunque la menstruación haya desaparecido, tu cuerpo sigue funcionando con ritmos, con fases, con señales. Y que cuanto más atención le prestas, más fácil es reencontrarte con tu equilibrio interno.
Cómo afecta a nuestro cuerpo y mente
Cambios emocionales y mentales
Cuando perdemos la producción natural de estrógenos y progesterona, o esta se vuelve irregular, nuestro estado emocional también cambia. No es solo una cuestión de ánimo: es una transformación en la forma en la que sentimos, reaccionamos, pensamos e incluso soñamos.
Los estrógenos influyen en la síntesis de serotonina, conocida como la molécula del bienestar. Esta no solo regula nuestro humor, también tiene que ver con el apetito, la memoria y la calidad del sueño. La caída brusca de estrógenos, como ocurre tras una histerectomía o en una IOP, puede provocar una especie de tormenta emocional interna: ansiedad que aparece sin causa, irritabilidad, llanto espontáneo, o una tristeza profunda difícil de explicar.
La progesterona, por su parte, tiene un efecto calmante. Es como una caricia hormonal que nos ayuda a descansar y a sentirnos seguras. Su ausencia se traduce a menudo en insomnio, inquietud, o una sensación de no encontrar nunca el momento de relajarnos del todo.
Todo esto puede llevarnos a sentir que no nos reconocemos. Que esa mujer que reacciona de forma tan intensa no somos nosotras. Que estamos perdiendo el control. Pero la realidad es que nuestro cuerpo está respondiendo a un cambio biológico de gran magnitud. Y necesitamos comprenderlo para poder acompañarlo con amor.
Sin la regulación hormonal habitual, nuestro metabolismo también se ve afectado. Muchas mujeres notan que su cuerpo cambia incluso si mantienen los mismos hábitos de siempre. Se experimenta un aumento del apetito, especialmente por alimentos ricos en hidratos de carbono, dulces o snacks crujientes, como si el cuerpo pidiera energía rápida para compensar la pérdida de equilibrio interno.
No es falta de voluntad ni debilidad: es una respuesta fisiológica ante el descenso de estrógenos, moléculas que participan activamente en la gestión de la energía y la sensibilidad a la insulina. Este aumento de apetito, sumado a una posible disminución de la actividad física por fatiga o tristeza, puede contribuir al aumento de peso, especialmente en la zona abdominal. Esto puede generar más incomodidad y juicio hacia una misma.
Y es importante repetirlo: no se trata solo de una cuestión estética. La acumulación de grasa abdominal tiene implicaciones a nivel cardiovascular y metabólico. Por eso, más que luchar contra el cuerpo, se trata de aprender a leer sus nuevas necesidades y acompañarlo con compasión.
Cambios en la microbiota intestinal
Un aspecto del que se habla poco, pero que merece toda nuestra atención, es el impacto de estos cambios hormonales sobre nuestra microbiota intestinal. Los estrógenos influyen directamente en la diversidad y equilibrio de nuestras bacterias intestinales. Cuando sus niveles caen, como ocurre en la menopausia precoz, esta red microbiana también se desequilibra.
Esto puede traducirse en digestiones más lentas, inflamación abdominal, sensación de pesadez e incluso alteraciones en el estado de ánimo. No es casualidad: el intestino y el cerebro están profundamente conectados, y un intestino inflamado puede acentuar la ansiedad o la tristeza. Así, entramos en un círculo en el que lo hormonal, lo digestivo y lo emocional se retroalimentan.
Cuidar de tu microbiota, por tanto, no es un lujo, sino una necesidad básica en esta etapa. Prestar atención a cómo te sientes después de comer, observar si hay alimentos que antes tolerabas y ahora no, y escuchar a tu cuerpo con paciencia son pequeños gestos que pueden marcar una gran diferencia.
Otros efectos físicos
Los cambios no se detienen ahí. Muchas mujeres experimentan sofocos repentinos, sudores nocturnos que interrumpen el descanso, sequedad vaginal que afecta su intimidad, disminución de la libido, alteraciones en la piel o el cabello, y una sensibilidad mayor a ciertos alimentos o productos. Cada cuerpo reacciona de una manera única, pero lo común es sentir que algo ha cambiado profundamente.
Y no es solo una percepción. La pérdida de estrógenos también implica la pérdida de cierta protección que estas hormonas ofrecían a nuestro sistema óseo y cardiovascular. A largo plazo, se incrementa el riesgo de osteoporosis, enfermedades del corazón y, en algunos casos, deterioro cognitivo. Por eso es tan importante no minimizar estos síntomas y atenderlos desde el principio.
Cuidándonos en esta nueva etapa
Nutrición: alimentando nuestro nuevo equilibrio
Cuando atravesamos una menopausia precoz, la alimentación deja de ser simplemente una cuestión de hábitos saludables. Se convierte en una herramienta de autocuidado profundo. Comer bien es una forma de reconectarnos con nosotras mismas, de brindar a nuestro cuerpo los recursos que necesita para adaptarse y florecer en su nueva realidad hormonal.
En este contexto, los alimentos ricos en fitoestrógenos como las legumbres mediterráneas —garbanzos, lentejas, guisantes, habas— pueden jugar un papel muy valioso. Estos compuestos vegetales tienen una estructura similar a los estrógenos humanos y pueden contribuir a suavizar los síntomas derivados de su caída. No se trata de que sustituyan a nuestras hormonas, sino de que aporten un pequeño alivio al sistema mientras encuentra un nuevo equilibrio.
Semillas como el lino y la chía no solo son una fuente excelente de fibra y ácidos grasos esenciales, también contienen lignanos, que favorecen la salud hormonal y nutren nuestra microbiota intestinal. Incluir estas semillas molidas en el desayuno, en batidos o ensaladas, puede ser un gesto sencillo pero transformador.
También es fundamental cuidar la calidad de las grasas que consumimos. Los ácidos grasos omega-3 presentes en pescados grasos como el bonito o la sardina, así como en nueces y semillas, son aliados clave para el sistema nervioso y el equilibrio emocional. En una etapa donde el humor puede oscilar fácilmente, estas grasas aportan estabilidad y protección.
Mantener estables los niveles de azúcar en sangre es otra estrategia imprescindible. Evitar picos de glucosa mediante comidas regulares que combinen proteína, grasa saludable y carbohidratos complejos, ayuda a reducir los antojos, a mejorar la energía y a cuidar de nuestra salud metabólica. Algo tan simple como comenzar las comidas con una zanahoria cruda puede marcar la diferencia en la forma en que nuestro cuerpo responde a los alimentos.
Y no podemos olvidar los alimentos fermentados: kéfir, yogur natural sin azúcares añadidos, miso, encurtidos o chucrut. Todos ellos son grandes aliados de nuestra flora intestinal, y por tanto, también de nuestro estado de ánimo, de nuestra digestión y de la forma en que metabolizamos las hormonas.
Movimiento consciente: más que mantenerse en forma
Mover el cuerpo es mucho más que una estrategia para perder peso o estar en forma. En esta etapa, el ejercicio se convierte en una práctica de autorregulación, una manera de activar procesos fisiológicos que sostienen nuestra salud en todos los niveles.
El ejercicio de fuerza es clave para preservar la masa muscular, que tiende a disminuir con los cambios hormonales. Además, favorece la densidad ósea, ayudando a prevenir la temida osteoporosis. No se trata de levantar pesas como si entrenamos para competir, sino de incorporar progresivamente rutinas que desafíen nuestros músculos: con bandas, con el peso corporal, con movimientos funcionales.
El ejercicio cardiovascular también tiene su lugar. Caminar a buen ritmo, bailar, subir escaleras o practicar natación pueden ayudar a mantener el corazón fuerte y a mejorar el ánimo. Porque sí, mover el cuerpo también mueve la química cerebral, liberando endorfinas que nos reconectan con el placer y el bienestar.
Y no olvidemos el ejercicio de impacto moderado, como saltos suaves o ejercicios con plataforma, que contribuyen a fortalecer los huesos. La clave está en encontrar actividades que realmente disfrutemos, que podamos sostener en el tiempo, y que nos hagan sentir vivas.
Salud emocional: reconectar con nosotras mismas
Lo que estás viviendo no es solo físico. Afecta tu manera de pensar, de relacionarte, de sentirte contigo misma. Por eso, cuidar la salud emocional es una parte esencial de esta etapa. Y para muchas, buscar apoyo terapéutico puede ser el paso que lo cambia todo.
Tener un espacio donde expresar lo que sientes, donde no tengas que explicar ni justificarte, puede ser profundamente sanador. Especialmente si se trata de una terapeuta que comprenda las implicaciones hormonales y existenciales de lo que estás atravesando.
Además, prácticas como la meditación, la respiración consciente o la escritura terapéutica pueden ayudarte a soltar tensión, a encontrar calma y a reconectar con tu centro. No necesitas hacer grandes cosas. A veces, cinco minutos de respiración suave pueden cambiar el tono de todo un día.
Esta es una etapa que nos invita a ralentizar, a escuchar con más atención y a cuidarnos desde otro lugar. No desde la exigencia, sino desde la compasión.
Suplementación y terapia hormonal sustitutiva
Aunque aquí hablamos sobre todo de hábitos de vida, no podemos dejar de mencionar que, cuando la menopausia llega antes de los 40 años, tanto si ha sido provocada por una cirugía como si ha sido espontánea, muchas guías médicas recomiendan valorar la terapia hormonal sustitutiva (THS). Esta recomendación no es caprichosa: el cuerpo aún no estaba preparado para dejar de producir estrógenos de forma tan brusca y temprana.
En los casos de menopausia quirúrgica, el cambio hormonal es inmediato y drástico. Sales del quirófano y ya no hay estradiol, ni progesterona, ni testosterona. Esa caída súbita implica que los síntomas pueden ser más intensos y el impacto en la salud a largo plazo, mayor. En cambio, la menopausia natural suele llegar poco a poco, permitiendo al cuerpo adaptarse de forma progresiva.
Tanto en la insuficiencia ovárica prematura como en la menopausia quirúrgica, la falta de estrógenos a edades tempranas está asociada a un mayor riesgo de osteoporosis, deterioro cognitivo, enfermedades cardiovasculares y envejecimiento celular acelerado. Por eso, la terapia hormonal suele considerarse hasta alcanzar la edad media de la menopausia natural, que ronda los 51 años.
Ahora bien, esta es una decisión muy personal. No hay una sola respuesta válida para todas. Pero sí es importante que tengas toda la información. Que puedas sentarte con tu ginecóloga o endocrina y hacerle preguntas como:
- ¿Cuál es mi riesgo individual?
- ¿Qué tipo de hormonas me recomiendas y en qué formato?
- ¿Durante cuánto tiempo debería tomarlas?
- ¿Cómo vamos a controlar mi evolución y posibles efectos secundarios?
- ¿Qué alternativas tengo si no puedo tomar THS?
Nadie debería tomar una decisión así desde el miedo o la desinformación. Y tampoco deberías sentirte presionada ni para aceptarla ni para rechazarla. La clave está en elegir desde el conocimiento, la calma y el cuidado de ti misma.
Preparándonos para esta etapa importante
Esta experiencia, aunque inesperada y dolorosa, también puede ser una oportunidad. Una invitación a conocerte mejor, a escucharte de nuevas maneras, a ponerte en el centro. No elegiste este cambio, pero sí puedes elegir cómo acompañarte en él.
Por eso, si estás buscando más herramientas para vivir esta etapa con consciencia y autocuidado, te recomiendo mi libro «La Revolución Invisible: Cuida tus hormonas a partir de los 40«. No importa si la menopausia llegó antes de tiempo: lo que importa es cómo decidimos vivirla a partir de ahora.
En él encontrarás recetas deliciosas adaptadas a tus nuevas necesidades, consejos sobre plantas y suplementos, reflexiones sobre salud emocional, y sobre todo, la validación que tantas veces nos falta. Porque este libro no solo informa: también acompaña, abraza y recuerda que no estás sola.
No estás sola
La menopausia precoz puede llegar como un huracán que lo remueve todo. Pero también puede abrir la puerta a una nueva forma de estar contigo. A una etapa de mayor presencia, de autocuidado profundo y de conexión con lo que realmente importa.
Tu cuerpo ha cambiado, pero sigue siendo tuyo. Sigue siendo sabio. Sigue mereciendo cuidado, respeto y amor. No estás sola. Aquí estamos, creando espacios donde esta conversación sea posible, honesta y transformadora.
Recuerda: cuidarte no es un lujo, es una forma de amarte. Y aunque el camino no sea fácil, puedes caminarlo acompañada. Porque cuando compartimos nuestras historias, nuestras dudas y nuestras búsquedas, nos volvemos más fuertes.
Te mereces vivir esta etapa con plenitud. Te mereces sentirte bien. Y paso a paso, día a día, puedes construir esa nueva versión de ti misma desde la conciencia, la calma y el amor.
Preguntas frecuentes
¿Qué consecuencias trae la menopausia precoz?
La menopausia precoz, ya sea provocada quirúrgicamente o de forma espontánea, implica una interrupción prematura de la función ovárica antes de los 40 años. Las consecuencias abarcan varios niveles: desde síntomas físicos como sofocos, sudores nocturnos, sequedad vaginal, insomnio y aumento de peso, hasta efectos emocionales como ansiedad, tristeza o irritabilidad. A largo plazo, la caída temprana de estrógenos incrementa el riesgo de osteoporosis, enfermedades cardiovasculares y deterioro cognitivo. Además, puede haber un fuerte impacto emocional relacionado con la pérdida de la fertilidad y la conexión cíclica con el cuerpo.
¿Puede una histerectomía desencadenar la menopausia?
Depende del tipo de histerectomía. Si se extirpa el útero pero se conservan los ovarios, el cuerpo sigue produciendo hormonas, aunque ya no hay menstruación. En cambio, si durante la histerectomía también se extirpan ambos ovarios (ovariectomía), la menopausia se desencadena de forma inmediata. Este tipo de menopausia se denomina quirúrgica y produce una caída hormonal abrupta, sin el periodo de transición típico de la menopausia natural.
¿Qué pasa con la menopausia después de una histerectomía?
Si se han conservado los ovarios, seguirás teniendo ciclos hormonales, pero sin el marcador visual de la menstruación. Esto puede hacer más difícil identificar en qué fase del ciclo te encuentras y generar cierta desconexión con el cuerpo. Sin embargo, es posible aprender a leer otras señales como cambios en el estado de ánimo, en la energía, la temperatura basal o el flujo vaginal. En cambio, si también se extirparon los ovarios, se entra en menopausia quirúrgica con todos los cambios hormonales asociados.
¿Cómo es la menopausia quirúrgica?
La menopausia quirúrgica es abrupta y ocurre inmediatamente después de la extirpación de ambos ovarios. A diferencia de la menopausia natural, que se produce gradualmente, esta implica una caída súbita de estrógenos, progesterona y testosterona. Los síntomas pueden ser más intensos y aparecen de forma repentina: sofocos, insomnio, ansiedad, cambios de humor, sequedad vaginal, entre otros. A nivel de salud a largo plazo, aumenta el riesgo de osteoporosis, enfermedades cardiovasculares y envejecimiento celular. Por eso, en muchos casos se recomienda valorar la terapia hormonal sustitutiva como una forma de apoyo integral.

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