Cómo regular histamina, cortisol y alimentación desde la medicina integrativa
La menopausia no es una enfermedad, pero sin duda es una de las transiciones más desafiantes que vivimos las mujeres. Una etapa que llega con muchos cambios hormonales, emocionales y físicos, y que merece ser acompañada desde una mirada consciente, preventiva y amorosa.
Hoy quiero compartirte una conversación muy especial con la Dra. Susana Gálvez, una mujer que admiro profundamente por su sensibilidad, su trayectoria profesional y su forma de comunicar. Susana es licenciada en Medicina por la Universidad de Barcelona, máster en nutrición, diplomada en medicina antienvejecimiento y dermocosmética, y desde hace años se dedica a la medicina integrativa. Pero además de su currículum, lo que más me conmueve de ella es que habla desde la experiencia propia: ha pasado por todas las fases de la menopausia, y su mirada es tan cercana como sabia.
En esta entrevista, hablamos de todo: inflamación, histaminosis, alimentación, piel, autocuidado y sobre todo, de cómo vivir esta etapa con serenidad. Ojalá encuentres en sus palabras la misma inspiración que sentí yo al escucharla.
Prevenir para vivir mejor
Susana tiene una frase que me quedó grabada: «Cómo llegamos a la menopausia influye en cómo la vamos a vivir». Y tiene todo el sentido. Muchas veces heredamos historias o creencias, pensamos que si nuestra madre tuvo una menopausia dura, nosotras también lo viviremos así. Pero no es cierto. Podemos cambiar el rumbo si empezamos a cuidarnos antes.
Ella insiste en la importancia de la prevención: moverse, comer de forma consciente, reducir la inflamación de base. Todo eso influye, y mucho. Porque llegar menos inflamadas a esta etapa es clave para que los síntomas no nos arrasen. La buena noticia es que nunca es tarde para empezar.
Lo que comemos también nos regula
Como sabes, la alimentación es uno de mis grandes temas, y también es central en la mirada de Susana. Me encantó cómo resume los tres grandes ejes a tener en cuenta a partir de los 40:
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Proteínas
Muchas veces las dejamos de lado, sobre todo en cenas ligeras, y eso juega en contra de nuestra masa muscular y firmeza.
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Grasas saludables
Seguimos arrastrando la creencia de que la grasa engorda, y nos olvidamos de que nuestras neuronas, nuestras hormonas y nuestra piel las necesitan. Aguacate, frutos secos, aceite de oliva… son nuestros aliados.
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Agua
Tan básica y tan olvidada. Beber agua no solo hidrata la piel, también ayuda a limpiar el cuerpo y a sentirnos con más energía.
Pero Susana no se queda en la teoría: lo que propone es un enfoque práctico, sostenible, real. Nos recuerda que el equilibrio hormonal necesita una base nutricional sólida, y que no se trata de hacer dietas restrictivas, sino de elegir bien. De priorizar la calidad por encima de la cantidad. De aprender a escuchar al cuerpo y adaptar lo que comemos según nuestras necesidades cambiantes.
También menciona algo clave: no todas necesitamos lo mismo. Hay mujeres que digieren mejor las legumbres, otras que necesitan un poco más de carbohidratos complejos para sentirse energéticas. Lo importante es personalizar, observar y ajustar. Porque una alimentación alineada con tu etapa vital puede marcar una gran diferencia en cómo te sientes cada día.
Y aquí entra en juego también el disfrute. Comer rico, sin culpa, con conciencia. Porque si hay algo que compartimos Susana y yo es esta idea de que cuidarse no tiene que ser un sacrificio. Al contrario: puede ser delicioso.
Histaminosis: lo que muchas estamos viviendo sin saberlo
Uno de los temas más potentes que tratamos fue el de la histaminosis.
La histaminosis es un exceso de histamina en el cuerpo. Y la histamina, que producimos de forma natural, puede dispararse con ciertos alimentos, con el estrés, con cambios hormonales… ¿Te suena?
Lo sorprendente es que muchas mujeres empezamos a tener síntomas durante la perimenopausia y pensamos que son «normales»: sofocos, insomnio, picores, dolor muscular, acné, reacciones en la piel, fatiga… Pero cuando esa histamina está desregulada, el cuerpo se inflama y se descompensa.
Lo que me pareció especialmente importante es cómo se confunden los síntomas: ¿Cuántas veces pensamos que esos sofocos que aparecen después de comer son simplemente hormonales? ¿Y si son una señal de histamina elevada? ¿Qué pasa cuando, de repente, nos empiezan a molestar ciertos alimentos que antes tolerábamos bien? La Dra. Gálvez lo explica muy bien: hay una serie de síntomas inespecíficos que, en conjunto, pueden ser un indicador claro de una histaminosis no diagnosticada. Algunos ejemplos son:
- Dolores de cabeza frecuentes
- Palpitaciones, especialmente por la noche
- Sequedad de mucosas (ojos, boca, zona íntima)
- Urticaria, ronchas o picazón sin causa aparente
- Dificultad para conciliar el sueño
- Irritabilidad o ansiedad sin razón clara
- Retención de líquidos, hinchazón
- Sensibilidad a olores, cosméticos o medicamentos
Además, la histamina tiene un papel inflamatorio muy potente. No sólo actúa a nivel digestivo o en la piel, también afecta a nivel muscular, articular y óseo. En este punto, Susana compartió algo que me pareció muy revelador: la histamina activa una célula llamada osteoclasto, que es la responsable de reabsorber tejido óseo. ¿Qué implica esto? Si tenemos una histaminosis activa durante años, podemos estar perdiendo densidad ósea sin darnos cuenta. Y eso, en la etapa menopáusica, es un factor de riesgo enorme para la osteoporosis.
La histamina también afecta a la salud de la piel. Muchas mujeres experimentan brotes de acné, piel muy reactiva o con tendencia a la rosácea en esta etapa. Algunas se sorprenden: «¡Pero si ya no tengo hormonas, ¿por qué me salen granos ahora?». Y resulta que la causa no son las hormonas en sí, sino la inflamación mediada por histamina.
Y como si esto fuera poco, hay un vínculo directo con el sistema nervioso. La histamina puede intensificar la ansiedad, dificultar el sueño y aumentar la irritabilidad. En momentos de estrés, el cuerpo libera más histamina, y eso puede generar un círculo vicioso: más inflamación, peor descanso, más sensibilidad. Lo que comienza como una pequeña molestia se puede convertir en un estado de desequilibrio profundo.
La buena noticia es que todo esto se puede mejorar a través de la alimentación, reduciendo los alimentos ricos en histamina (como el vino, los quesos curados, los fermentados, los embutidos), cuidando la microbiota, regulando el estrés y, si es necesario, con acompañamiento médico especializado. Susana lleva años trabajando con mujeres que padecen histaminosis y asegura que, con el tratamiento adecuado, los síntomas mejoran mucho y la calidad de vida cambia de forma significativa.
Hablar de histaminosis es abrir una puerta a una comprensión más amplia de lo que nos pasa. Porque muchas veces no es que estemos exagerando, es que nadie nos ha enseñado a leer las señales del cuerpo.
El estrés y el cortisol: el binomio que nos roba la calma
Otra de las cosas que compartimos fue la importancia de aprender a regular el sistema nervioso. Y aquí entra en juego el famoso cortisol. Esa hormona del estrés que, cuando está elevada, no solo altera nuestro sueño o nos hace sentir aceleradas, sino que también afecta la piel, la digestión y el estado de ánimo.
Lo que me pareció muy interesante de la mirada de Susana es que no habla del estrés como algo que hay que eliminar por completo. Porque en realidad, no se puede ni se debe. El estrés puntual es parte de la vida. El problema es cuando se vuelve crónico, cuando el cuerpo nunca encuentra momentos de pausa y regulación.
El cortisol alto de forma sostenida puede afectar la microbiota, elevar la presión arterial, generar ansiedad, empeora los sofocos y dificultar el descanso. Y además, tiene un efecto directo sobre la piel: la vuelve más sensible, reactiva, apagada. Por eso hablamos tanto de «piel estresada». Porque lo está.
Susana fue muy clara: no se trata de hacer todas yoga o meditar una hora al día. Cada una necesita encontrar su forma. Algunas necesitan moverse más, otras parar más a menudo. Lo importante es tener estrategias para bajar revoluciones. Ella, por ejemplo, utiliza mucho la aromaterapia. Y me encanta que lo diga así: «Oler también es una forma de meditar».
En lo personal, también siento que muchas veces basta con un cambio pequeño: apagar el móvil antes de cenar, caminar 15 minutos sin mirar el reloj, poner una música suave mientras cocinamos. Estrategias simples, sostenibles, que le devuelven al cuerpo un poco de tregua.
Piel y menopausia: un reflejo de nuestro equilibrio interno
Ya sabes que en Serena Body Oil pensamos la piel como una extensión de nuestro sistema hormonal. Y con Susana, eso quedó clarísimo. La piel cambia en esta etapa, pero también puede mejorar si la cuidamos desde dentro y desde fuera.
La piel, muchas veces, es el último lugar donde se manifiestan los desequilibrios internos. Y a la vez, es el primero que nos habla cuando algo no va bien. Sequedad, tirantez, inflamación, sensibilidad… son algunas de las señales que pueden aparecer con más frecuencia durante la menopausia. Pero lejos de resignarnos, podemos hacer mucho para cuidarla.
Susana insiste en que no se trata de una cuestión meramente estética. La piel necesita ser escuchada. Es una vía de comunicación entre nuestro mundo interno y externo. Por eso, integrar rituales sencillos cómo aplicar un aceite corporal con presencia, como un acto de amor propio, puede tener un impacto profundo.
Ella misma nos contaba cómo ha incorporado un ritual diario con el aceite Serena, aplicándolo con presencia, como un gesto de autocuidado. Porque no se trata solo de hidratar. Se trata de darnos ese momento. Y si además ese aceite ayuda a calmar el cortisol y aporta activos naturales sin disruptores endocrinos, mejor que mejor.
Hablamos también del valor de elegir cosmética consciente. Productos que respeten la fisiología de la piel, que no contengan ingredientes proinflamatorios ni alteradores hormonales, que aporten confort y nutrición real. Porque lo que nos ponemos sobre la piel también forma parte de nuestra salud integral.
Y, por supuesto, del valor del contacto. De esa pausa para tocarnos con delicadeza, para reconectar. Porque el autocuidado, cuando se vuelve ritual, también se vuelve medicina.
Preguntas frecuentes sobre histaminosis y menopausia
¿Qué causa la histaminosis?
La histaminosis puede tener distintas causas, pero en general se produce cuando el cuerpo no es capaz de eliminar correctamente la histamina que genera o recibe a través de los alimentos. Esto puede deberse a un déficit en la enzima DAO (diaminoxidasa), encargada de degradarla, a una alteración de la microbiota intestinal, al estrés crónico o a una mayor sensibilidad a factores hormonales, algo muy común en la perimenopausia y menopausia.
¿Cómo se cura la histaminosis?
La histaminosis no tiene una «cura» como tal, pero sí puede ser regulada y controlada de forma muy eficaz. El tratamiento se basa en una dieta baja en histamina, reducción del estrés, cuidado del sistema digestivo y, en algunos casos, suplementos como la enzima DAO o probióticos específicos. El acompañamiento por una profesional especializada es clave para encontrar el enfoque adecuado para cada mujer.
¿Qué no debo comer si tengo histamina?
Alimentos ricos en histamina o que favorecen su liberación deberían evitarse. Algunos de los más comunes son: vinos y bebidas alcohólicas, quesos curados, embutidos, pescados en conserva, fermentados, berenjena, tomate, espinacas, mariscos, chocolate y alimentos ultraprocesados. Es importante recordar que la tolerancia varía entre personas.
¿Qué provoca el exceso de histamina en el cuerpo?
El exceso de histamina en el cuerpo puede provocar una gran variedad de síntomas, muchos de ellos inespecíficos: dolores de cabeza, insomnio, ansiedad, urticaria, brotes cutáneos, palpitaciones, molestias digestivas o retención de líquidos. En la menopausia, este exceso puede intensificarse por los cambios hormonales y el estrés, haciendo que muchas mujeres confundan estos síntomas con los propios de la transición hormonal.
Autocuidado real y posible: lo que cada una puede hacer
Me gustó mucho cómo lo dijo: «No hace falta un spa de lujo. Hace falta un ratito para ti«. A veces creemos que el autocuidado es algo sofisticado o inalcanzable. Pero en realidad son esos pequeños gestos los que nos anclan: una ducha tranquila, una respiración consciente, un aceite que huele a calma.
Susana también habló de la importancia del ejercicio de fuerza. Lo ha descubierto con los años, y ahora lo recomienda con convicción. Protege los huesos, sostiene el cuerpo y ayuda a modular el estrés. Y en alimentación, su enfoque es claro: comer variado, con alimentos reales, sin caer en dietas extremas que dañan nuestra microbiota.
No te calles: si algo cambia, escúchalo
Para cerrar, me quedo con uno de sus mensajes más importantes: «Hoy en día tenemos muchas herramientas, pero hay que hablar. No esperar a estar fatal para consultar».
Si sientes que algo en tu cuerpo está cambiando, si hay síntomas que te incomodan o te desconciertan, busca apoyo. Hay profesionales maravillosas que pueden ayudarte a entender lo que está pasando. Y sobre todo, no estás sola.
La menopausia no es una pérdida. Es una transición. Y también puede ser una oportunidad para cuidarte como nunca antes.

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